19 abr 2020

Cereza Negra ❦

Te voy a ser sincera. Lo esperaba pero no lo esperaba, "¿si me entiendes?", dirían mis nuevas amigas mexicanas. En el fondo de mi alma sabía que no iba a ser la última vez que habláramos ese día que te dije: "hasta acá llegué", pero no podía imaginar cómo iba a ser. Se que lo sentiste como ultimátum,  se que sonó como un upper cut pero te aseguro que no fue como al resto de los mortales. Te hice una confesión en realidad. Te di una ventana, una posibilidad. 

Me estuviste pensando y tus mensajes sensoriales me llegaron uno tras otro, incluso hasta nuestra canción tocada por un extranjero con una guitarra criolla en un balcón. También me dijiste en sueños cuando venías, es infalible tu comunicación 5D. Si encontraste la excusa perfecta en el 3D no lo se, lo que sí se es que pasó un tiempo prudencial y que te pronunciaste alto y claro, antes que llegara finalmente tu mensaje un sábado con el sol del mediodía:

[12:29, 28/3/2020] ♥: Hola (mi nombre en diminutivo) como estas buen día!!
[12:30, 28/3/2020] ♥: Quería saludarte
[12:30, 28/3/2020] ♥: Saber como estas?
[12:30, 28/3/2020] ♥: Te comento anoche tipo 23 horas  me pidieron tu número
[12:31, 28/3/2020] ♥: (X persona)
[12:31, 28/3/2020] ♥: Se lo di
[12:31, 28/3/2020] ♥: Bueno espero estés bien

2 minutos entre el principio y el final, una eternidad para vos. Una distancia entre el inicio y el final, donde a razón de cómo lo escribiste, pensaste que ya jamás te iba a responder (cuando usás mi nombre en diminutivo es porque algo pasó que te hace temer mi respuesta/reacción)... y yo que estaba detrás de esa pantalla minúscula conteniendo el aliento al leerte.

Tenía muchas opciones, ser emocionalmente distante, ser profesional, ponerme la vincha de super heroína otra vez, ser quien no soy. Porque me conocés, no sólo en las miradas, me conocés como dijiste "tan profundamente" que cada palabra que te escribiera era la posibilidad de acercarme o no a vos, de mostrarte que aún te amo, o no.

Elegí la verdad.

Me preguntaste cómo estaba en el medio de esta pandemia y aislamiento total, me preguntaste cómo estaban mis cosas. ¿Me estabas preguntando acaso si ya te había olvidado en brazos de otra persona? porque esa misma pregunta es la que me hiciste minutos antes de hacerme la declaración de amor más grande que recibí en mi vida, hace dos años.

Te lo aclaré, te di la seguridad de aquello que estuviste pensando y no te animaste a preguntarme  abiertamente. No te lo debo, lo hice porque cualquier dolor que pudiera infligirte, es un daño que me haría a mí misma. Lo hice porque entre nosotros nunca hubo ni habrá juegos.

Y llegó el momento que hablamos y escuché tu voz nuevamente: "¿Cómo estás tanto tiempo?", "¿Dónde estás?". Esas preguntas que me hacés cuando no me preguntás "¿Qué estás haciendo?". Recién caigo en cuentas de tus preguntas. Me gustan. Me muestran cuántas veces pensás en mí. Te escuché y me recargué repentinamente.

Te dije que era soberana y capitana de mi alma, como Mandela y me celebraste la complicidad. Te dije que tu jurisdicción no llegaba "hasta acá", que prefería arriesgarme a que me lleve gendarmería y romper la cuarentena con vos. Te encantó. Te reíste y me seguiste. Te recordé que cuando dormimos juntos me desperté abrazándote y que ese día se había congelado el infierno. Me escuchaste en silencio. Te confesé  que las palabras que elegiste al despedirme esa tarde de sábado (causalmente) me provocaron una honda timidez pero a la vez me impactaron tanto como para recordarlas. Las ratificaste, me dijiste que mi aroma es totalmente mio, inconfundible.


Nos reímos mucho. Nos chicaneamos mucho (sabés que me encanta) Me dijiste que "me dormí", te dije porqué. Practicaste una disculpa de porqué pasó tanto el tiempo y no pudimos llevar al plano material esto que nos cambió la vida. Me confesaste que estuviste acá y no te animaste a llamarme. Que porque había pasado mucho el tiempo y no estábamos hablando (ultimátum en el medio) Me dijiste que sentías que tenías que contármelo. Me reí. No te esperabas esa reacción.. Tampoco yo, tampoco me esperaba que hayas estado a una cuadra y media de mi casa y... pero no me importó. Por primera vez creo que en la vida, me centré con vos en el "aquí/ahora".

Me dijiste lo buena que estoy para vos, porque esa es la palabra que usaste "muy muy muy buena", siempre me lo decís cuando hablamos al teléfono, me decís lo mucho que te genero. Se hizo el silencio y te escuché reír. Te pregunté de qué te reías y me dijiste: "Es lo que vos lográs conmigo, me subís, me bajás, me volvés a subir"...


Antes de cortar me pediste que te prometiera algo, algo que forma parte de nuestra relación y de nuestra intimidad. Te dije que si, me volviste a decir: "Prometémelo". Es la primera vez que me pedís abiertamente que te haga una promesa.

Bajé de la terraza con todas las palabras en mi cabeza, con tu voz dentro mío, me tomé un café e hice aquello que me pediste...

Nunca lo había hecho en realidad, de hecho no me consideraba una mujer capaz de hacerlo. Nunca me nació con nadie. Pero lo hice.

Te lo dije. "Sos hermosa" fue tu respuesta.

Claro que me quedé pensando... si me hubieran preguntando hace algunos años si me imaginaba todo esto, hubiese dicho que no. Cero chances. No me habría fijado nunca en un hombre como vos. No habría hecho las cosas que hice y hago con vos, no me habría salido nunca de la zona de confort en la que me mantuve todos estos años.

Y recordé una anécdota con una amiga de nombre difícil... un sábado a la noche salimos a cenar y a su pedido terminamos en una heladería. Yo no tenía ganas de comer helado pero tampoco quería negarme por lo que me pedí gustos que no suelo pedir. Un cambio de patrón totalmente azaroso, y así conocí el gusto "cereza negra". No me gusta la cereza como fruta. Por ende no hubiese pedido nunca ese gusto de haber ido con ganas de comerme un helado, ya que tengo mis 3 gustos preferidos y los pido mecánicamente.

No fue que te conocí con desgano. Sino que el día que te conocí, que nos reencontramos como vos le llamás (y yo adoro que te refieras a ese día así) yo estaba con mi cabeza muy lejos del amor, del romance, de seducir a alguien o dejarme seducir por un hombre. Estaba en modo 
work 150% . Pero apareciste vos, desde el fondo del salón. Y como el sabor de la crema de cereza negra, me volaste la cabeza. Literalmente. Me miraste con los ojos extasiados y me hablaste como si me conocieras, fuiste extremadamente abierto y pese a tu rol y que te conocían todos me dijiste públicamente mirándome directo a las pupilas, absolutamente seguro: "No podía dejar de mirarte".

De pronto, delante de mí era todo vos. Un metro noventa, rubio, de ojos grises, sonrisa inmensa, ojos alegres y manos enormes. Hablaste y alrededor se me borró todo. 


Yo se que es mucho más profundo que simplemente "me volaste la cabeza" pero es que es la primera vez en mi vida que elijo la cereza negra.

No puedo creer que viví todo ese tiempo sin haberte probado antes.
¡Aleluya!


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Las palabras nunca son inocentes