23 dic 2019

El árbol de Navidad


Era un viernes lluvioso, húmedo. Llegué tarde al trabajo, de camino me peleé con el taxista que de todos los que hay en la ciudad, fui a elegir a un Kirchnerista. Me bajé antes. Fui al banco, saqué turno y luego de una espera interminable no era la oficina que se ocupaba de darme los papeles. Bajé en el ascensor reprimiendo sentimientos de ira y destrucción para hacer otra vez una cola en el subsuelo. Tenía 13 personas delante mío, esperando. NO lo olvido más.

Me senté resignada y un bebé desde su cochecito me miró, le sonreí. Tenía ojos grandes y hermosos. Su padre volteó para saber a quien estaba mirando su hijo. Éste siguió jugando con una tapita de plástico violeta, todo feliz y sonriente. Me di cuenta cuán importante es el aquí y el ahora y traté de dejar pasar el malhumor, la frustración, el halo de mala energía que me invadía. Lo dejé ir, porque al fin y al cabo sólo era un viernes más.

Hasta que me vibró el celular dentro de mi bolso negro. 

Pensé que era mi padre al cual no le había devuelto la llamada en la mañana, pero aún así algo me hizo levantarlo, casi como si me hubiese llegado el mensaje a mi mente antes que a mi celular.
Lo levanté y vi quién era.

Instantáneamente se me borró la gente alrededor, bajó el sonido ambiente, como si de repente alguien aplicara desde su panel de control un filtro de edición a la vida, que ocurría en vivo.


No podía creerlo. En mi Iphone color pastel, en mi pantalla nueva se veía a toda luz: TU NOMBRE Y APELLIDO titilando en la inmensidad. No una vez, DOS VECES, y no mensajes de chats, DOS AUDIOS DE VOZ, esa voz que no olvido, vibrando ahí, en ese aparato pequeño, en un rectángulo luminoso, en mi vida... nuevamente.

Fue una reacción, no lo pensé, apreté el bolso fuerte contra mí como si te estuviera abrazando a vos y salí -literalmente- corriendo de allí. Los que estaban a mi alrededor me miraron pasar extrañados porque estaba riendo sola y subiendo la escalera mecánica de dos en dos, como una loca a la que soltaron en el medio de un prado para volver a ver el sol luego de años de aislamiento.

No fui muy lejos. Salí y me apoyé en las paredes de vidrio del Banco y apreté play.  Escuché tu voz, una voz que me conmueve desde las entrañas:

"Hola Negra, ¿cómo andás? quería saludarte y pedirte disculpas.... por favor te pido disculpas, si fui poco caballero al no contestarte o por ahí obvié que era importante que te conteste y se me pasó negra y te pido disculpas, la verdad entré con una vorágine tan grande que bueno, terminé metido en siendo descortés con vos, con la persona que que... una persona que quiero mucho, sos una.... la verdad  jamás haría algo para lastimarte, te pido mil disculpas corazón, te pido mil disculpas si cometí ese error de no contestarte y evacuarte esa duda, espero  que estés bien, te mando un beso enorme, la verdad te quiero muchísimo, has sido y sos siempre conmigo sumamente maravillosa, quiero desearte que estés bien, yo terminé una jornada muy intensa en (su nuevo lugar de trabajo) y bueno este ahora volviendo a la provincia recién, bueno te mando un beso enorme, cuidáte y espero que estés bien y bueno...   y linda, como siempre, seguro, eso no me cabe duda". 


Tu voz de titubeo, tu voz de no se qué hay del otro lado, tu voz de no se si me vas a responder, tu voz de metí la pata, tu voz de "se lo que hacés cuando alguien mete la pata". Tu voz de "te perdí".  Vos nunca titubeas. Venías de dar un señor discurso frente a un montón de personas que te escucharon atentos, delante de muchas más personas que te aplaudieron y felicitaron. Quienes te conocemos sabemos que vos nunca te quedas sin palabras. Pero la verdad es que grabándome tu voz, enviándome tu respuesta después de 1 mes, estabas balbuceando. Me di cuenta luego, me encantó.

El corazón me latió con tanta fuerza luego de escucharte que me tuve que tomar con ambas manos el pecho. Comencé a caminar bajo el agua, teniendo un paraguas en la mano. De repente, mientras caminaba, todo tomó color de nuevo.

Escuché tus audios de camino a casa 3 veces. Subí a mi departamento. Abracé a Duce y me descalcé. Miré tu foto, respiré hondo, le agradecí a Dios por la confirmación que me acababa de enviar tan contundente y pulsé  tu nombre en mi celular. Te llamé. directamente. Como lo hago yo, porque así soy yo.

Me atendiste al segundo,

-"Hola negra", me dijiste amortiguando el golpe.
- "Hola hombre que deja huellas", dije yo dándote una tregua (que no le doy a nadie)
- "Perdoname, no me di cuenta (como si las cien veces que ya habías pedido perdón no hubiesen  sido suficientes), me imagino cómo te habrás sentido, perdonáme".
- "Una boluda me sentí", directa como soy
- "Y sí! y tenés razón, y la verdad te pido perdón porque... " agregaste cuando ya te había perdonado antes de llamarte.  "¿Cómo estás?, me preguntaste después de 1 año de hablar sin preguntármelo.
- "Bien, ¿cómo estás vos?". Comenzaste a contar todo lo que hiciste, todo lo que duró el trabajo, todo lo que estabas viviendo en esta nueva etapa. Como un niño emocionado.
- "Lo sé, te hice el aguante", agregué yo. "Estuve ahí", te dije, "te grabé". Diste un suspiro y te sonreíste tanto que te escuché a través de la línea, te pareció algo muy fuerte y me lo dijiste.
- "Yo se que no me creeés, pero vos..", te dije
- "No digas eso, no me digas que no te creo, no es verdad, no digas eso", me interrumpiste y agregaste., "yo a vos te escucho mucho, te escucho todo lo que me decís". me dijiste enfáticamente como si te hubiese ofendido.
- "Te estoy chicaneando, te voy a chicanear por mucho tiempo", te dije, no se si me entendiste la apuesta que hice al decir estas palabras y agregué:

"Yo se que no me creés, decía, pero vos estás destinado a grandes cosas, tenés una misión en esta vida y lo vi cuando te conocí  y ahora lo que yo vi, lo está viendo el mundo".

Pero mi confirmación real y final (al momento) llegaría al escucharte decir: "Sentí repentinamente unas ganas de compartirte cosas y ahí me di cuenta que no te había respondido el último mensaje....".

Sabía que era verdad lo que me decía, lo sabía porque esa sensación repentina y apasionada yo también la había sentido la noche anterior, pero no sucumbí al impulso. Me contuve, supe respetarme. Porque esta vez la mujer soy yo. Y cuidé mi lugar y mi rol. El que debía acercarse era él. Y se ve que la partida del amor la jugué bien, porque luego de un tiempo que me supo infinito y en el momento más importante de su vida (laboral que hoy es su vida), vino hacia mí, sólo..

Dicen que cuando uno da sin esperar a cambio, los milagros ocurren. Y un milagro no debe ser algo espectacular, sino algo imposible a los ojos de los desesperanzados.

Este año no puse arbolito en casa, pero antes de irme del banco, mientras estaba apoyada sobre la pared de vidrio y escuchaba tu voz, vi el árbol inmenso detrás, lleno de luces de colores y moños color rojo.

Ya se lo que voy a pedir este 24 de diciembre a la noche.

Quien sabe...

2 comentarios:

Las palabras nunca son inocentes