2 sept 2019

Mach point


Subió poco antes de las 17.00 hs y miró directamente hacia a mi ventana, para ver si me había ido. 
Lo sorprendí en este acto y me miró a los ojos. No le sonreí. Lo miré fijamente sin mover un músculo del rostro. Se sorprendió por mi gesto severo.

Fue al baño y al salir la dudó, pero se animó. Vino directamente hacia mi oficina y golpeó la puerta.
Por supuesto que lo esperaba, por supuesto que lo vi por la ventana cómo se acercaba, pero fiel a mi estilo me hice la desentendida. Dije: "Adelante", casual, y entró con cara de inocente esperando un reto de mi parte, sin saber bien porqué.

"¿Estás bien?", llegó a decir antes de poner el segundo pie sobre la alfombra gris de los años 70' que recubre el suelo de mi oficina.

Estaba más lindo de lo que lo he visto en muchísimo tiempo. Tenía el pelo más negro que lo habitual (por lo gris del día) y barba de pocos días, donde pude ver que le empezaron a nacer canas que coronan su barbilla. Vestía una campera negra ceñida al cuerpo y al costado izquierdo llevaba colgando su bolso de computadora. Me miraba expectante de mi respuesta. Lo miré de arriba abajo parado frente a mi puerta y  me asaltaron unas ganas incontrolables de tirármele encima.
Es francamente para un Óscar que yo pueda disimular todo esto y por el contrario me haya acercado a él despreocupada y segura de mí misma como lo hice.

Lo que hice, lo descolocó aunque fue una partecita pequeña de todo lo que quería hacer en realidad.

Lo tomé de los hombros fuertemente con mis dos manos y lo atraje hacia mí. Tenía las manos congeladas, pero no me dijo nada, tenía las manos heladas cuando le toqué la piel que le hervía (uff), pero no me apartó. Se quedó mirándome a los ojos sin moverse un centímetro de mí, me sonrío mientras lo hacía. Nos miramos profundamente y le dije:

"Quiero que tengamos una relación normal, sos un hombre complicado y quiero que nos relacionemos sin tanto preámbulo entre nosotros No voy a pasar 5 días sin hablarnos porque < es lo que debemos hacer> . No quiero un Manual entre nosotros".

No tengo idea cómo o porqué me salió esta reacción porque no la tenía para nada planificada en mi mente. Fue 150 % espontánea. Así lo supo interpretar también porque lejos de hacer gestos de confusión, asentó con su cabeza cuando finalmente me digné a soltarlo.

No supo preguntarme directamente, no pudo decirme: "¿vamos juntos?, ¿te llevo?", pero lo entendí. Cargué mi mochila y salimos juntos de mi oficina. Aún le cuesta estar relajado en mi presencia, hoy noté con total claridad que él también se pone nervioso en la distancia corta conmigo y que algo de mí le gusta y mucho (aunque no se qué es bien), porque es verdad que es un hombre tímido, pero también es verdad que es un hombre que la juega a ser seguro. Y hoy era un copito de azúcar suspendido en una nube rosada con olor a frambuesa.


Y como ocurre cuando está así, me atrapa. Al revés de lo que debería ser, sucumbo yo a su canto y voy a su orilla como si la sirena fuese él y yo el navegante.

No me alcanzó el tiempo extra que pasamos en el auto hasta casa, y apenas entré en mi casa y luego de tomar un café, le mandé un mensaje con la excusa de una actividad que nos convoca.

Me llamó al cabo de un rato, adelantándose a mi llamada y charlamos unos 15 minutos más:

- "No te preocupes, no vas a estar solo, vamos a estar juntos"
  silencio
-"Digo para que no sientas que vas a estar solito, viste que vos enseguida te sentís así"
-"Yo no me siento solito, no estoy solo... estoy con Dios"
, dijo parafraseando a una linea de guión de una película cómica que vimos juntos hace añares y que a mí me hizo estallar de la risa en el silencio de  la sala oscura de un cine. Porque siempre me río en las partes que nadie se ríe.

Inevitablemente, me largué mi característica carcajada. Lo escuché sonreír de fondo satisfecho.

Punto para él.

Aproveché la buena energía y el ambiente de complicidad y le volví a recordar lo que le dije personalmente hacía menos de 1 hora: "Quiero que tengamos una relación normal, sin Manual" y me las arreglé para decirle -sin decirle- que lo quería ver por fuera del trabajo.

Entendió perfectamente porque será tímido, como dije, pero no es ningún ingenuo.

-"El jueves tengo que ir a la vuelta de tu casa, a hacer algo..." dijo entonces casual.

-"¿Así? ¿qué tenés que hacer?", le pregunté yo incisiva

-"Chau (mi nombre)", respondió haciéndose el misterioso y sarcástico

-"Decime que vas a hacer, es mi barrio", reclamé.
- "Queti", respondió como si tuviese 8 años
- "Espero que no sea lo que yo creo porque no", le dije pensando que puede ir a mi kinesióloga personal, y la sola idea de que ésta pudiese pasarle las manos por arriba del tatuaje sin mi consentimiento, me hizo ponerme furiosa. Sacudí la cabeza para quitarme el pensamiento horrendo.
- "Chauuuu", agregó sin sospechar lo que estaba pensando
- "Chau, te mando un beso", le dije conciliadora
- "Un beso", me dijo, despacio...

Punto para los dos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Las palabras nunca son inocentes