4 sept 2019

Entre cálido y frío

Hay que tener cuidado con las palabras que uno mismo usa.
Le dije a una amiga que lo amaba con sus luces y sombras. Con sus aciertos, con sus virtudes que son muchas. A pesar de sus debilidades, a pesar de sus caprichos, a pesar de sus arranques, a pesar que días como hoy afirmo que es una persona ciclotímica.

Nunca me pasó, salvo con él, tener que comprender o siquiera vivir cerca de un hombre ciclotímico.
Cuando me refiero con íntimos a que en la pareja él fue "la nena" de la relación y yo el varón, me refería exactamente a esto.

Mi única variante en el humor es cuando tengo hambre, en el resto, mi switch opera siempre igual Soy una mujer estable, lo que pienso y digo hoy, lo pienso y digo mañana. Si el lunes estuve cálida con vos, el miércoles voy a seguir estando cercana a vos, a menos que suceda algo que me obligue a cambiar de posición y a tomar distancia. Pero él, cambia de humor y de forma de expresarse en  nuestro vínculo, sin intervención de suceso alguno mediante.


Es ciclotímico. No sé si lo es conmigo nada más o con el resto de las personas es igual. Pero es un tipo que hoy está bien y mañana no sabés.

Esto, a las claras, choca con mi forma de ser, de sentir, de pensar. Me cuesta horrores tener que tolerar este tipo de comportamientos que los considero sumamente infantiles, faltos de coherencia y absolutamente desconcertantes e irritantes. Mi impulso primigenio es mandarlo al diablo, con ganas, con ímpetu, tal y como yo formulo las frases al hablar.

Luego pienso en mi habitual falta de flexibilidad, en mi habitual falta de comprensión y sensibilidad frente a las vulnerabilidades de los demás (sobre todo con él). Recuerdo mi dureza frente a todo aquello que no encuadre bajo mi "visión estructural" de la vida, recuerdo que no he podido escucharlo muchas veces y caigo en cuentas que no sólo lo he juzgado sino que quiero controlarlo todo, inclusos sus sentimientos. Caigo en razón que pese a que creo que todo me pertenece, no tengo derecho alguno sobre él ni sobre nadie y llega un poco de calma mental.


Creo que hoy sorteé, con él y sobre él, el primer vendaval. Estuve a muy poco de ser la misma que conoció hace 8 años atrás. Pero esta vez, por mí, me callé.

Por mí sí y sólo por mí. Porque aprendí la lección.

Hay que tener cuidado con las palabras que uno mismo usa. Y si con ÉL aprendí a no reaccionar frente al primer impulso emocional (reactivo), con éste que todavía me queda mucho por aprender y sanar fundamentalmente, más aún.

Quizás él no haya aprendido nada de cómo relacionarse conmigo, pero esa no es materia de mi incumbencia. Lo que él haga con su proceso de aprendizaje evolutivo es una tarea que le concierne sólo a él. Yo solo puedo estar consciente del mío.

Por eso voy a darle más libertad, voy a regalarle más silencios, porque al darle más libertad a él, me la voy a seguir dando a mí misma, una de calidad, una libertad para seguir creciendo.

Si no quiere o se siente agobiado, o siente que pierde, la puerta la TIENE ABIERTA DE PAR EN PAR.
Mi camino con él o sin él, continua y continuará. Existo y preexisto antes que él.
Tengo un alma inquieta, que vuela, camina y sueña.

Y ese alma pertenece al mundo.

2 comentarios:

  1. Las palabras son cadenas y, algunas veces, se convierten en los calvos que retienen la tapa del ataúd que nosotros mismos nos construimos.

    Saludos,

    J.

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  2. A veces las palabras tienen alas. En este caso fueron esos clavos de los que hablás. Literalmente.

    Saludos y gracias.

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Las palabras nunca son inocentes