1 ago 2019


No sé como nos saludamos, no recuerdo haberle dado un beso al entrar al auto ni antes de colocarme el cinturón de seguridad, sinceramente no recuerdo nada de esos primeros minutos. Estaba tan nerviosa que lo único que atiné a decirle fue un reto: "¡Cómo me apurás!" (por su mensaje de voz preguntándome si ya estaba lista para bajar), "No nos íbamos más si no te apuraba", respondió en modo macho de América poniendo primera y saliendo en dirección a nuestra primera noche juntos... una charla totalmente normal para una pareja, no para una mujer y un hombre que hace 1.197 días no tienen un encuentro a solas.

Él estaba tanto o más nervioso que yo y me di cuenta en segundos, manejaba a su velocidad frecuente pero insultó a cuanto conductor se le puso adelante. No tenía sentido alguno esta actitud porque no estaban infringiendo ninguna norma, ni estaban manejando lento. Noté que estaba llenando el silencio mostrándose alfa, porque estaba nervioso. Me hizo reír su accionar. Pero me dio la pauta que yo no estaba sola en las pulsaciones.

Llegamos al lugar... mi primera impresión fue sentir que entraba a una cueva del medioevo. Lleno de velas y mesas de madera. Silencio, oscuridad, intimidad.



Recuerdo que lo primero que pensé fue: "Este lugar es muy romántico para ser un sitio donde supuestamente va a tocar una banda Tributo de los Stones", me puse SÚPER nerviosa y le pregunté  con aire casual para disimularlo, si estaba seguro que era ahí. En realidad lo que le estaba preguntando era si estaba seguro que nos quedásemos ahí, me di cuenta que más que nervios sentía miedo.  Pocas veces por decir NUNCA he tenido este sentimiento a su lado, pero era claro que allí estaba frente a un muchacho que estoy descubriendo. Prueba de ello fue que en un movimiento rápido -para mí poco conocido de él- encaró a un mozo y le preguntó si el show ya había terminado.

Habíamos llegado JUSTO. Estaba por empezar. Aún cuando habíamos llegado 2.30 hs tarde. Algo me dijo que las cosas estaban empezando a mostrársenos diferente. Así lo confirmó, cuando recorriendo con la mirada el lugar me indicó mientras señalaba el rincón: "vamos allá" y así sin más,  sin esperar mi respuesta, me llevó a la barra del lugar.

Ya dentro del bar y parados uno frente al otro me relajé totalmente, porque comenzamos a relacionarnos como siempre. Riéndonos, tomando, escuchando música, medio bailando, medio hablando de música, de los presentes, de los tragos, de... nosotros. La química hizo  nuevamente su trabajo en un abrir y cerrar de ojos y no fue para nada forzoso el sentirme nuevamente cómoda a su lado y en total complicidad. Me parecía increíble estar ahí juntos pese a todo lo sucedido pero me olvidé de ese pensamiento y comencé a disfrutar. En parte y a decir verdad él tuvo todo que ver con esto:

Estaba en modo feliz, sonreía, se reía, bailaba y cantaba algunas estrofas acompañando a la cantante paraguaya que estaba haciendo un Tributo bastante soft para no llamar mediopelo, a una de las bandas más grandes de la Historia de la Música británica.


Verlo así de feliz, me puso feliz. Realmente, hacía añares no lo veía tan contento y entusiasmado


y así arrancó la primera noche.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Las palabras nunca son inocentes