31 jul 2019

"Salí con él, ¡decile que SI (mi nombre)!", me decía mi amiga mientras lloraba (literalmente) de la alegría en el palier de mi casa.

"Decile que sí, no tenés idea lo que le costó a ese muchacho hacer esta invitación, decile que si ¡por favor!, salgan, andá yo me quedo acá en tu casa, olvidate de mí".

Yo sostenía el teléfono con una de mis manos y me mordía el labio inferior, como hago siempre que estoy pensando algo importante. Seguía sin entender porqué me invitaba a salir hoy, qué le había pasado, porqué llamarme el último día de sus vacaciones pero antes de llegar a una conclusión contundente tomé coraje y me aparté de ella para tener un poco de intimidad.

Le mandé un mensaje de voz. Me llegó al instante otro suyo, me hizo reír. Me puse nerviosa, otra vez. Ese efecto lo logra él, de todos los hombres hay dos efectos que él me produce: me pone nerviosa, me enoja.

Ningún otro me pone nerviosa. Otros me aburrirán, otros me harán reír, otros me interesaran de momento, u otro me hará sonreír con alegría en el alma solamente recordándolo... siempre, aunque sea tan diferente al resto. Pero no estábamos ahí.

"Llego a mi casa, me cambio la remera que no te va a gustar y te paso a buscar", me dijo. Mi amiga seguía tumbada en el piso del palier pensando sobre el frío mármol cómo hubiese deseado que el hermano de mi ex, el mismo que vestía en ese momento una horrible remera de Pearl Jam nueva, la estuviera llamando para invitarla de igual forma.

Lo supe pero me hice la desentendida. Soy buena en esto.

Subimos y mientras iba entrando a mi departamento me iba desvistiendo para irme a bañar.

-"NO tengo ropa para salir de noche, toda mi ropa son camisas, sweaters, blazers, sacos y jeans", le dije alarmada a mi amiga: "no tengo nada sexi, ¡no tengo idea que ponerme para ir a un bar!, NO voy a bares, voy a recintos, a oficinas, a despachos, al Congreso, a reuniones, no voy a BARES a escuchar música, no tengo nada que ponerme". A un pie de ser lo que considero lo más letal del planeta: una minitah.
Ella me tranquilizaba haciéndome sacar pilas de ropa del closet y no encontrando nada para usar que refleje una mina más parecida a ella, que a mí. Me descartaba con dulzura mis vestuarios y ya al roce del horario de encuentro opté por un jeans y una remera al cuerpo en un mix de cuero y zapatos de taco alto rojos. Zapatos no me faltan, no me faltarán jamás. Son el pan de mi vida.

Mientras me bañaba mi amiga me hizo una arenga que haría poner colorado a Mel Gibson y a Clive Owen y me dijo seria: "Para que esto esté pasando (mi nombre), tienen que haber ocurrido muchas cosas, una alineación completa de planetas pero por sobre todo, una alineación de factores que casi roza el milagro, no desaproveches esta oportunidad que te da la vida, no a todos se le presenta esta chance de volver a ver al amor de su vida, te diría que nadie de los que conozco, andá y divertite pero por sobre todo, disfrutalo porque es un hecho único".

Yo me reí y le dije que era una melodramática, mientras me terminaba de enjuagar el pelo pero la verdad es que alguna parte de su discurso caló en mí porque cuando comencé a bajar en el ascensor y tuve que subirme al auto, se me salía el corazón por la boca. 3 años y 3 meses habían pasado de la última vez pero pronto pude descubrir que yo no era la única que estaba nerviosa...

2 comentarios:

  1. ay, quiero mucho a tu amiga. el universo! sabio, atento, uniendo pasos y mentes como boligoma!
    saludetes!

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  2. Uniendo pasos y mentes... verdad. Un saludo para vos.

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Las palabras nunca son inocentes