Eso le dije por teléfono cuando me llamó anoche a las 20.00 hs. Es la tercera vez que me refiero a ello. ¿Por qué? no lo sé. Supongo que siento que debo decírselo como un acto de rebeldía pura, porque antes no vivía para otra cosa que no fuese él o nosotros dos.
La primera vez que se lo dije estábamos de pie bajo un árbol frondoso en el predio de nuestro trabajo. El mismo árbol, me doy cuenta ahora mientras escribo, fue testigo de nuestros inicios hace 8 años y de uno de los primeros diálogos que plasmé acá también.
En esta primera vez que me referí a mí misma de esta forma, el escenario emocional de él era diferente. Estaba saliendo con otra persona, siendo padre por segunda vez, viviendo una vida completamente distinta a la que teníamos él y yo (algo que aún no asimilo bien). Esa vez, cuando se lo dije, me miró a los ojos profundamente y me sonrío.
La segunda vez que se lo dije, fue en su auto, ya el escenario emocional era distinto para ambos, no sólo para él. Ya estaba separado (mediaron escasos meses entre una charla y otra) y yo estaba ahora con el corazón algo más lejano de ese hombre que me cambió la vida un sábado de abril. Era de noche y era la primera vez que salíamos luego de estar separados 3 años y 3 meses. Esta vez su respuesta fue el silencio. Tampoco yo agregué más.
La tercera fue anoche. El escenario emocional no sólo era distinto en su totalidad: es más íntimo que los dos anteriores.
- "No podés hacerme una escena en la puerta de mi casa porque tuviste que esperarme unos minutos", le dije.
La tercera fue anoche. El escenario emocional no sólo era distinto en su totalidad: es más íntimo que los dos anteriores.
- "No podés hacerme una escena en la puerta de mi casa porque tuviste que esperarme unos minutos", le dije.
- "¡No podés tardar 20 minutos (mi nombre)!"
- "No tardé tanto y además, llegaste tarde, te esperaba a las 22.00 hs, es obvio que me voy a poner a hacer cosas en esa media hora que no estabas y repito, no podés hablarme así como lo hiciste en la puerta ese jueves, yo no soy de las minas que estás acostumbrado vos a moverte. A mí no me vas a manejar".
Silencio de su parte.
- "Me parece que se te olvida quién soy: si ya a los 8 años le hice un planteo ético a mi padre, imagínate ahora que tengo 35 cómo soy. Soy inmanejable (su nombre), soy ingobernable, indómita, no me vas a poder manejar nunca como vos querés".
- "Me parece que se te olvida quién soy: si ya a los 8 años le hice un planteo ético a mi padre, imagínate ahora que tengo 35 cómo soy. Soy inmanejable (su nombre), soy ingobernable, indómita, no me vas a poder manejar nunca como vos querés".
del otro lado, aplausos. Sí, me aplaudió.
Mi respuesta fue igualmente sarcástica, le agradecí dos veces.
Mi respuesta fue igualmente sarcástica, le agradecí dos veces.
- "Se te olvida algo", agregó, "yo soy IGUAL".
- "Lo se y la diferencia está en que yo si lo entiendo".
No recuerdo si pudo dar o no respuesta a esta frase, me quedé pensando en lo fuerte de haberle dicho quizás por primera vez con tanto ahínco y determinación que no iba a hacer de mí lo que quisiera, que no era materia moldeable en sus manos y que estaba colmando mi paciencia con sus estupideces (no son tantas pero las poca que tiene compensan).
A todas luces la conversación telefónica que se prolongó durante 1 hora en total y que pasó por varios puntos esenciales de nuestra nueva relación, hubiere parecido una discusión a los ojos de terceros. Pero extrañamente no lo fue.
Fue la primera vez que pude decirle muchas cosas que personalmente no puedo. Me descubrí diciéndole también que ya no quería meterme en mi mundo interno, que ya había probado con suficiente pruebas de por medio, que no me conducía a nada.
Por primera vez luego de haber retomado el contacto y haber empezado a "charlar" y vernos, me senté en mi sofá, respiré profundamente y sonreí.
- "Lo se y la diferencia está en que yo si lo entiendo".
No recuerdo si pudo dar o no respuesta a esta frase, me quedé pensando en lo fuerte de haberle dicho quizás por primera vez con tanto ahínco y determinación que no iba a hacer de mí lo que quisiera, que no era materia moldeable en sus manos y que estaba colmando mi paciencia con sus estupideces (no son tantas pero las poca que tiene compensan).
A todas luces la conversación telefónica que se prolongó durante 1 hora en total y que pasó por varios puntos esenciales de nuestra nueva relación, hubiere parecido una discusión a los ojos de terceros. Pero extrañamente no lo fue.
Fue la primera vez que pude decirle muchas cosas que personalmente no puedo. Me descubrí diciéndole también que ya no quería meterme en mi mundo interno, que ya había probado con suficiente pruebas de por medio, que no me conducía a nada.
Por primera vez luego de haber retomado el contacto y haber empezado a "charlar" y vernos, me senté en mi sofá, respiré profundamente y sonreí.
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