7 jul 2019

Avanzar

- "¿Qué te pasó?" me preguntó nuevamente, por tercera vez (o cuarta quizás) en el año.
- "No encuentro mi guantecito", le respondí mientras revolvía mi mochila repleta de accesorios para pasar el invierno.
- "¿Vos te estás escapando del trabajo?
- "No" le respondí mostrándole inocentemente mi reloj, "¿Vos te vas a trabajar?" le repregunté y esta vez no fue con inocencia.

Me conoce, sabe lo que estaba preguntándole en realidad. Lo conozco, sé que puso marcha atrás y volvió a mí porque me quería llevar... a donde fuera.

>Entre tanta charla venían autos que le pedían el paso, nosotros como hacemos siempre, estábamos en el medio de nuestra conversación sin mirar a los costados por lo que no los vimos hasta que le hicieron señas. Tuvo que estacionar, aproveché a volver sobre mis pasos y buscar mi guante de cuero. Lo encontré, venía la parte más difícil, abrir la puerta y entrar a su auto<

No recuerdo sinceramente cómo, si me dijo:  "subí, vamos, te llevo, venís, o dale" lo que si se es que lejos de sentirme incómoda, apenas me senté con él a su lado, en mi habitual lugar de co conductora... sentí que estaba en casa. No trato de ser cursi, no trato de agrandar la historia, es simple y puramente lo que sentí. Ni incomodidad, ni nervios, ni excitación... estaba donde tenía que estar.

Él me observaba. Me preguntó si iba a casa, le dije que no. Salía sin rumbo alguno porque la dirección exacta no la tenía, pero no se lo dije. En cambio le pregunté:

- ¿A qué hora viniste a trabajar?"
- "A las 8" dijo, jugando al juego que estábamos empezando
- "Mentira, a esa hora no estabas", interpelé
- "¿Y vos cómo sabés?" 
-"Porque a esa hora no estaba tu auto", le respondí confirmándole lo que quería escuchar
- "Pero vos no entrás por la puerta principal, así que cómo sabías..."
- "¡¿Y cómo sabés VOS que yo no entro por la puerta principal?!",
le recontra pregunté, poniendo el tablero en igualdad.
- "Vos venís por atrás, a menos que vengas en taxi o alguien te traiga" me dijo, acentuando esta última frase con su tono posesivo.
- "Puedo bajarme en el colectivo que me deja allá", le dije señalando una calle.
- "No, porque ese colectivo no pasa por el centro"
- "Si pasa"
- "Tiene poca frecuencia"

- "Tiene doble bandera"
- "Te deja a dos cuadras, lejos en sí, no las vas a caminar por acá"

NO respondí. Era verdad.

- "Le estás robando al Estado 45 minutos", le dije girando el eje de la conversación.
se río y me dijo: "No, porque no salí a almorzar, no soy como el resto que se toma 2 horas para comer"
- "¿No comiste?"
- "No, tomé un café"
- "Pero si vos venís con viandas siempre" le dije, desclasificando otro archivo
- "No, ¡hace cuánto que no vengo con una!" y me dio una pista de su estado civil, "Mirá adentro del auto y fijate si hay alguna" me incitó.
- "¿Por qué viniste tan temprano?" le pregunté, dando por finalizado aquello
- "Me levanté 7.20 am y estaba al pedo, me vine", otra pista que confirma la primera
- "¿Desayunaste?" le pregunté cual si fuera su madre (mala mía)
- "Si" respondió obediente

El viaje continuó, y conforme pasábamos cuadras, seguían las chicanas sacándonos información, que dónde vivía yo, que a dónde se mudó él, ninguno sacaba el tema específicamente, pero nos hablábamos. Normalmente no tener una dirección fija de hacia dónde vamos lo saca de sus casillas (a mí también) pero en esta oportunidad lo tomó con humor. Y a decir verdad, yo lo tomé con una tranquilidad que me sorprendió. No encontraba la dirección del vendedor ni con Siri ni en el sitio. Estacionó y lo buscó él con su teléfono, no dio tampoco. Para mi propia sorpresa, lo tomé del brazo, le sonreí y le dije: "Tranquilo, lo vamos a encontrar", como si fuera una tarea que fuera importante para ambos. No tengo idea porqué estaba tan en paz, pero debo reconocer que él también lo estaba y eso fue un signo para mí de cambio. Lo encontramos.

Esta vez me reí yo,
lo estaba buscando como Multiventas y era Multiplicando, se río de mi risa. "¡Es lo mismo!" le dije en mi defensa.

- "Es ahí, nena", me dijo señalando un puerta común y corriente que daba a la calle
- "No pienso bajarme, es una casa y no un local, vaya Dios a saber qué hay en ese tugurio"

revoleó los ojos y me dijo: - "¿Entonces?"
- "Llevame al correo", le dije como si fuera una orden marcial. Yo se y él sabe que tenía que irse a trabajar, pero a ninguno de los dos parecía importarle demasiado.
- "El correo está cerrado a esta hora", me dijo con total conocimiento de la ciudad donde vive hace apenas 8 años.
- "No al que yo voy" le dije con aire triunfal.

Me llevó. Aprovechamos para seguir hablando. Esta vez de música, de autos, de que soy la garantía del mismo auto que manejaba en ese instante. De lo poco que le conviene tenerme de enemiga, de lo mal que le va sin mí... pero no lo dijo él a esto último, lo dije yo, en un total y desenfadado acto de plantar bandera.

Quedó mudo, no dijo nada. No hizo ni una mueca. Silencio total y absoluto. Me di cuenta que lo estaba confirmando.

- "¿Vos no tenés frío porque tenés el corazón de piedra?", le pregunté repentinamente mientras transitábamos con tráfico calle Roca.

Mi pregunta, contrario a lo que imaginé lo hizo ponerse serio y me respondió con gesto adusto mientras miraba hacia los autos que tenía enfrente:

- "No, no siento frío porque yo tengo sangre en las venas, me corre sangre en todo el cuerpo y eso hace que todo me funcione bien", con sus explicaciones biológicas cientifico comprobables, a lo que agregó: "la gente que tiene frío es la que no tiene corazón".
- "¿Lo decís por mí?" pregunté haciéndome la ofendida
- "Somos grandes, cada uno que se haga cargo de lo suyo", me dijo sin tregua y nuevamente serio.

No le di importancia alguna, no es la primera vez que me dice que no soy sentimental, que no soy sensible o emocionalmente expresiva. En el fondo ambos sabemos que si lo soy, pero que no opero igual que otras mujeres del universo (muestrario).

Era una tarde divina, y se lo dije. Entendió lo que le estaba diciendo, pero aún no está listo para dar ese paso. Lo entendí en el momento aunque no lo dije con ánimos de invitarlo a nada. Fue la expresión de un pensamiento, era una tarde hermosa, de sol. Dentro de su auto estaba cálido y cómodo, casi tan cálido y acogedor como el calor que me trasmitió a plena mañana cuando corría el viento y me dio un beso.

Agradecí mucho tenerlo en ese momento conmigo, estar juntos, charlar, estar cerca. Hace menos de un año atrás, era imposible. No me podía ni ver.

Llegamos al correo, estacionó, lo miré y le dije: "Entiendo que no vas a esperar a que salga, ¿no?", "No" me confirmó sonriéndome y ladeando la cabeza. Lo dejé ir pero antes de bajarme le agarré la cabeza y lo besé en la mejilla.
-"Portate bien", le dije y recién me respondió al cerrar la puerta.
la abrí, intensa como soy cuando quiero, y le pregunté: -"¿Qué?"
- "Siempre me porto bien", me respondió sonriéndome. Sabe perfectamente lo que implica mi frase. Sabe que es toda una declaración y se que soy una caradura al andar despidiéndome así con él.


- "Si claro" le retruqué.

Cerré la puerta sonriendo y sacudiendo mi cabeza de lado a lado, mientras pensaba las ganas que tenía de esa noche irme a dormir con él.

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Las palabras nunca son inocentes