30 jun 2019

Interno 565

Era martes terminaba un fin de semana extra largo, llegué a la oficina y vi que tenía una llamada perdida al teléfono de escritorio. Cuando ya estuve lista para comenzar la jornada devolví la llamada. Me atendieron en forma descortés y me dijeron que desconocían quién pudo haber llamado. Colgué.

A las once y diez minutos sonó nuevamente mi teléfono, esta vez era el autor de la llamada original.

-"Hola", me llamó por mi nombre, "el que te había hablado era yo pero no podía decírtelo en ese momento porque había gente". "Llamaba para saludarte, te veo todos los días en el predio y quiero decirte que me gustas mucho... quiero conocerte".

- "¿Quién habla?", respondí yo antipática, porque la verdad es que esperaba fuese un llamado laboral y no una suerte de anónimo al teléfono.

- "Soy Roque", dijo. "Nos saludamos cuando nos vemos, pero nunca hablamos y la verdad es que me parecés muy linda, quiero invitarte un café, un vino, o una cerveza, lo que vos quieras". Así, sin respirar, sin intervalos, sin anestesia.

No podía creer lo que oía. Sabía perfectamente quien era cuando me dijo su nombre, lo que nunca hubiese imaginado es la desfachatez y la desinhibición de ese hombre. Estamos hablando que compartimos un espacio laboral donde el formalismo es la regla. Donde nadie da un paso en falso, donde nadie se expone y menos con alguien que uno no conoce. Me dejó sin habla.

Le pregunté cómo sabía mi nombre, me dijo que había buscado uno por uno en Google hasta dar conmigo, se sabía mi curriculum al pie de la letra y también algunas otras cosas. Sinceramente era una llamada extraña, pero me ganó la curiosidad así que continué escuchando.

Me dijo que la primera vez que me había visto pasar yo usaba un vestido largo "me volvió loco", agregó enfáticamente, sin atisbo de timidez. No supe qué responder a eso, así que me quedé callada. Me pidió que lo llamase de nuevo para hablar, aunque sabía que no lo iba a hacer y me dijo que esperaba no me burlase de él al verlo nuevamente por los pasillos. Quien me conoce sabe que jamás haría eso. Premio a los valientes, ignoro a los cobardes (con algunas excepciones en mi vida como siempre ocurre con las reglas)

Me quedé pensando en el impulso que hizo que me llamara, en su declaración o piletazo, en su desparpajo, le di vueltas al asunto y decidí llamarlo al día siguiente. Como tardó en contestar, colgué. Justo ahí levantó el tubo. Automáticamente me devolvió el llamado y eso me dio mucha vergüenza. Casi no respondo. La charla que dio inicio a la conversación fue de lo más trivial, aunque es una persona que le gusta hablar mucho porque me dio detalles de su vida por teléfono, un teléfono que insisto, no deja de ser una linea laboral.

¿Qué me hizo llamarlo? supongo que la simple curiosidad, porque había 2 impedimentos que me tironeaban a no hacerlo, y luego de conocerlo hoy son 3.

Rápido como es me invitó a almozar. Almorzar no tenía nada de malo y la verdad es que a veces me canso de comer sola en la oficina así que accedí. Le dije que me pasara su teléfono y me dijo que lo hacía por email, y así lo hizo por el email institucional algo que yo jamás hubiese hecho.

Nos encontramos, fue muy extraño. Realmente fue muy extraño vernos cara a cara y en un reducto tan chico con el hombre que me saluda todos los días haciéndome gestos y enviándome mensajes con los ojos y la disposición de su boca. Apenas me subí a su auto, me miró y me dijo: "De cerca sos aún más linda".

Estacionó en una plaza con un lindo verde. Le pedí que llevara mate y lo hizo. Era una buena forma de charlar sin incomodidad en el medio. Aunque el que más habló fue él. Parece que tengo un radar para los ingenieros, no se qué les llamará la atención de mí, pero si tengo que adivinar la profesión, puedo apostar entre 10 que siempre le atraigo más a un ingeniero. De esta rama de la ingeniería, no obstante, no tenía en mi lista de viejos amores.

Habló y habló, del país, de sus padres, del año que vivió en España, de sus planes a futuro, de su carrera, de cómo sobrevive al laburo, a los 3 laburos que tiene para llegar a fin de mes, que no es ni una cosa ni otra en cuento a política y bla bla bla, no paró un minuto. Yo escuchaba. No acostumbro a estar con hombres que hablen tanto y la verdad es que lo así lo prefiero, salvo por ÉL (pero él es materia de otro escrito).

Habló y tomamos mates hasta que me preguntó cosas que ya olvidé y que francamente me resultaron poco estimulantes cuando de repente y con ambas manos tomó mi bufanda rosa pastel y me llevó hasta él para besarme en la boca. Aprendí que cuando lo sabés lo sabés, por eso en una fracción de nano segundos tomé la decisión. Le agarré una de sus manos con mi mano izquierda y con el dedo índice de mi mano derecha hice un firme gesto de "No".

Lo aceptó ceremoniosamente, y continúo hablando de otras cosas que a decir verdad no me interesaban. Me preguntó mi hobby, me preguntó qué hago en mi tiempo libre y yo sentí ganas de no responder. Sencillamente, no tuve ganas de hablar con él. La curiosidad se había disipado en mi mente, mi voz interior me habló, despertó otras sensaciones, y esas sensaciones no lo favorecían. No se trataba del intento del beso, tengo una mente veloz para procesar información, percepciones, sensaciones y elaborar pronósticos/ escenarios. De los ingenieros en mi vida han hecho de mí una especialista, además, en probabilística. Mis análisis no fallan.

Emprendimos el regreso y cuando llegamos a mi oficina y cada uno se iba por su lado me dijo a viva voz: "¡Qué buena charla, faltó el beso nomás!". No respondí. Pero me di cuenta que confirmaba la primera hipótesis. Hice un blanco los ojos.

Me fui a comprar comida para almorzar, sola y mientras aguardaba me entregaran el almuerzo sonó mi celular, no necesité sacarlo del bolsillo para saber quién era. Cuando leí más tarde su mensaje me decía que se quedó pensando en mí, imaginándome en lencería roja trasparente. Normalmente una declaración subida de tono en mí hace efecto, pero a él no le funcionó. Todos los elementos estaban en una pieza, mis alarmas, mi intuición y mi nariz lo saben, era un rotundo NO.

Esquivé el asunto, experta como soy en dar evasivas cuando quiero y decidí que no vale la pena.


Un canceriano con una mezcla de leonino poco confiable. Una persona con alta inclinación a la mentira, a la traición y al embuste. Un hombre sin códigos. No fueron pre conceptos, con los años mi don se perfecciona, no necesito probar para saberlo...

I got me.

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Las palabras nunca son inocentes