4 may 2019

Clin


Estaba mirando fotos, fotos que me mostraban un vínculo de tres que ahora es de dos.
Estaba mirándome y mirándonos en fotos de mi cumpleaños en un muro de red social ajeno. Su cara, su alegría, su complicidad, su sonrisa. Una sonrisa inocente que no le volví a ver.

No las miraba porque extrañase, sino porque uno de los tres me dijo que estaba segura que la química que había entre nosotros dos, no desaparecería aún cuando estuviésemos separados. Esa frase me quedó resonando en mi cabeza y pese a no responderle y optar por el silencio, el sentido de la frase siguió dándome vueltas en mi cabeza. No tengo la respuesta, no quiero buscarla tampoco.

Miraba fotos porque pasó mucho tiempo y al retomar una de las tres puntas, no pude evitar mirarlo. Hacíamos un buen equipo. Nos hemos divertido mucho, esa energía de complicidad me gustaba.

Y mientras viajaba en fotos y pensaba, miré por la ventana. Fue una sorpresa muy grande el verlo parado frente a mi ventana mirándome. Serio, como siempre.  Pero esta vez algo me llamó la atención. No me saludó y siguió de largo sin ver si le correspondía el saludo como acostumbra, esta vez se me quedó mirando para ver mi respuesta.

Mi reacción natural debería haber sido saludar con la mano y seguir en la mía, pero tuve una reacción natural, una reacción no planeada, auténtica: le sonreí simplemente. No agité la mano, no levanté la mano, lo miré y simplemente le sonreí. Se quedó mirándome. Fue un encuentro de miradas que duró segundos pero fue intenso. Me sorprendió mi propia reacción, no soy tan dada a sonreír de buenas a primeras, normalmente tengo todo calculado. Pero me quedé tranquila, fue una respuesta espontánea pese a que racionalmente, si lo hubiese pensado, no le hubiese sonreído. Me dio paz darme cuenta que tengo buenos sentimientos por él, que muy en lo profundo de mi ser ya no me duele.

Y mientras hablaba de esto con ella por tel, mi otra punta, mientras me decía que yo siempre voy a ser el amor de su vida y que sus miradas lo dicen, volví a mi rutina. Compré comida y mientras volvía a  mi oficina a espaldas escuché claramente ese "clin"de  un mensaje que le llegaba al celular a otra persona.... un sonido muy particular, un ringtone que es el que identifica los mensajes de ÉL en mi celular. Y así sin más volví como en un cohete disparada hacia mi presente.

"¡Qué cuida es!",  me dijo ella. Y yo sonreí porque la señal me quedó clarísima.

Así me gustan, que no se dejen amendrentar. Que se hagan escuchar, de todas las maneras posibles y quebrando todas las leyes físicas. Que se hagan presente y reclamen su lugar.


Que la pongan arriba de la mesa... SI.

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Las palabras nunca son inocentes