25 abr 2019

Es increíble la plasticidad que tiene el corazón.
Lo vi pasar por mi ventana y aunque hace meses que lo evado con toda la ingeniería del mundo, la ironía de la vida hizo que creyera que lo estaba saludando. La verdad era que me estaba desperezando luego de estar leyendo inmóvil mi computadora por horas, pero él pensó que lo saludaba y miró hacía mí y me saludó. Con esa cara de pocos amigos que lo caracteriza.

Yo lo miré y no sentí nada. Sólo pensé, como siempre me pasa cuando lo veo o lo recuerdo, pienso...

Lo primero que pensé cuando los comparé mentalmente es que puestos uno al lado del otro uno podría ser el padre y el otro el hijo y nada tiene que ver con la edad. Pensé que uno puede ser el padre por lo maduro emocionalmente que es y la actitud ante la vida, y que el otro bien podría ser el hijo porque no deja de ser un adolescente petulante que camina por la vida haciéndole creer a las personas que se las sabe todas, pero que está lleno de interrogantes muy profundos sobre sí mismo. Interrogantes que no se si alguna vez tendrá la valentía de responderse.

Luego pensé cosas superficiales sobre su vestimenta y me espanté de mi propia maldad. Ese lado oscuro que me evoca su persona y que tengo que amigarme, no es fácil verme reflejada en él, no es fácil recordar que yo fui esa chica a su lado, que vibré igual que él hace un puñado de años. No es fácil recordar que lo elegí entre tantos otros porque yo tenía la misma locura que tiene o tenía él. De los issues -como le decíamos- compartidos, de los bloqueos que acrecentamos uno en el otro. De los traumas que nos generamos mutuamente.

Cuando lo miro no veo felicidad, no recuerdo cosas buenas, no me trae calma su rostro.
Cuando lo veo recuerdo angustias, recuerdo peleas, recuerdo gritos, recuerdo llantos de los dos, recuerdo frustraciones, recuerdo reproches. recuerdo un cuadro negro espantoso.

Quisiera recordar cosas buenas, lo he intentado y alguna que otra frase viene a mí, pero no hay caso, recuerdo lo malo. Dicen que cuando te separás normalmente sólo recordás lo positivo, que le avisen al que lo dijo que yo sólo recuerdo cosas negativas.  Aunque mejor no digan nada, no hace falta.

Ya no siento culpa, ya no siento nada. Nada por él. Lo veo y es como ver literalmente una puerta de mi pasado que ni por nostalgia me genera deseos abrir. Lo veo y es como un estanque de agua negra sus ojos. Ya no son esas pupilas marrón chocolate que me enloquecían, que no me dejaban dormir. Son aguas oscuras, espesas, fangosas. Evito mirarlo a toda costa, ya no puedo mirarlo a los ojos .

No siento pena, no siento tristeza, no siento odio, no siento bronca, no siento nada.
Lo veo y pienso... si ese presente que está viviendo ahora es el que hubiese tenido conmigo si hubiésemos seguido, y luego pienso en que menos mal que no soy la madre de su nueva segunda hija. El Universo es sabio. Sus errores o aciertos deberá vivirlos con otra persona que afortunadamente no soy yo, porque hoy estaría devanándome los sesos para mantenerlo feliz, cuando siempre tuvo que ser de a dos.

Lo veo y pienso que plasticidad que tiene el corazón. Recuerdo que esa noche del 9 de abril, el día que lo dejé, pensé literalmente que me iba a morir. No por la bronquitis que me aquejaba por esos días, sino por la honda oscuridad que me tragó el escuchar mis propias palabras mientras lo sacaba de mi vida. Él pensó que era una pelea más y yo le di la estocada final. Era insostenible seguir viviendo así, me resistía a pensar que mi vida debía continuar así.

Qué plasticidad tiene el corazón, estuve muerta por mucho tiempo. Salí adelante, triunfé profesionalmente como todas las cabras que tenemos el don de separar la materia del espíritu, pero por dentro estuve muerta por mucho tiempo. En una oscuridad que no me soltaba, no dejando acercarse a nadie, no permitiéndole tocar mi vida (menos mi alma) a ningún ser humano, no se cuántos años pasaron hasta que entró un poco de luz. Mentira, si se. Pasaron exactamente 2 años y 6 días en calendario humano, en mi rueda fueron muchos pero muchos años más. Porque yo siento el triple, pero callo por seis.

Digo que plasticidad que tiene el corazón porque de tenerlo en parte muerto, recibí una semilla, crecieron raíces y floreció uno nuevo que jamás pensé que podía existir, flexible, sano, liviano, que no guarda orgullos, que no piensa, que siente pero que sobre todas las cosas, no teme decir cuánto siente. ¡Que siente! un corazón que me quema y a veces me deja sin aire y tengo que hacer respiraciones profundas. Un corazón que brilla, un corazón que me hace sonreír aunque no quiera. Un corazón que no se anda con tonterías, un corazón que CREE.

Qué plasticidad que tiene el corazón, qué misterio que es la vida, qué capacidad sobre humana que tenemos para regenerarnos y crear pequeños y enormes Milagros.

Se que ese 14 de Abril fue un antes y un después en mi vida, y se que no es casual que Abril sea el final y el inicio de mi vida.

Qué plasticidad que tiene el corazón para resistirlo todo, hasta lo que creíamos IMPOSIBLE.


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