11 mar 2012

"¿Qué estás pensando? ¿parás alguna vez de pensar?"
"No"
"Decime entonces las cosas que pensás, a ver"
"Pensé en que tengo que rendir el examen final de inglés y no me siento nada preparada, en que subió el dólar y que hice bien en ahorrar en esa moneda, mmm, y... en que tengo que sacarme sangre para ese estudio que te conté y hace un mes que lo vengo pateando y este martes tengo que presentar los resultados de los análisis"
"Pará, subió el dolar, ¿de verdad?"
"Subió el dolar, yo tenía razón"
"¡Qué buena noticia!"
"Yo te dije que iba a subir, ahora dale, decime: sos genial, tenías razón"
"Sos genial, tenías razón"
"Ahora decímelo como si lo creyeras de verdad"
"No. Lo que sí te voy a decir en primer lugar es: mañana vas y te sacás sangre, segundo, rompéte el (censurado) y rendí ese examen, tenés varios meses todavía antes de la fecha"

Archivé cada frase para pensarlo luego. Caminé a su lado en silencio, y entré a mi oficina.
Por la noche y al salir de mis clases con el frío seco en la cara, lo decidí.
Abrí mi celular y escribí un mensaje de texto breve:


- "OK (sin nombre ni un hola) mañana a la mañana voy a sacarme sangre, ya está"
- "¡Te felicito (mi apellido)! cualquier cosa llamáme para darte apoyo"

No podía creer lo rápido que había leído mi mensaje. No podía ser real. Lo pensé de mil ángulos diferentes para ver si de alguna forma yo había malinterpretado su respuesta. Lo pensé objetivamente, lo pensé subjetivamente.
Lo que estaba ofreciéndome y de la forma en que lo hacía, seguro y decidido, superaba ampliamente cualquiera de mis expectativas.
Tuve que llamarlo y escucharlo de su boca para verificar si estábamos o no hablando el mismo idioma. Por supuesto di un par de vueltas antes de ir directamente al grano y preguntarle: "¿Cuando decís que podés brindarme apoyo mañana por la mañana, te referís al apoyo telefónico, como Asistencia al Suicida, o estás hablando de un apoyo más.... físico?"
él se río, como es su bella costumbre y me respondió: "Me refiero a la Atención al Suicida, ¡por supuesto!" y agregó haciéndose el desentendido: "¿a qué te referís vos con físico?"

"A que estés ahí", dije sin emoción como es mi odiosa costumbre cuando algo me genera un torbellino de emociones imposibles de manejar en forma natural. "Y vos.. ¿querés que yo te acompañe?" preguntó con esa entonación que usamos las mujeres cuando queremos salirnos con la nuestra,
"Si, quiero", fue lo primero que pensé, pero no pude responder así. Hubiese estado mejor en vez de  responder para disimular mi enorme vergüenza e intentar aparentar más neutralidad:  "Si no, no te estaría llamando".

 "Ok, ¿donde queda? y cómo querés hacer", "tenemos dos opciones: o nos vemos ahí, o pasás por mí, no tengo problemas, como vos quieras", dije "Ay ay ay  suspiró pronunciando mi apellido (vaya  a saber Cristo que quiso decirme con ese suspiro aunque yo interpreté algo así como: Me vas a llevar al mismísimo infierno y no voy a decir nada), te paso a buscar antes de las 8.15 am" "Listo, me voy a bañar" dije y corté. Pero él ni sospecha que en mi cocina había salido el sol en medio de la noche.

Cayó una lluvia de rosas, le hice mil preguntas tontas esas que hacemos cuando no queremos dejar de escuchar la voz del otro del otro lado del celular aunque sea una sarta de pavadas la temática desarrollada: Qué vas a comer, qué nacionalidad tiene tu abuela paterna, quién te tejió la bufanda que llevabas puesta hoy, qué hacías cuando atendiste, y del otro lado solo risas. A veces y cuando estoy contenta, soy muy evidente.
"Me voy a bañar" "cuidado" dijo otra vez riendo.

Recién lo entendí cuando estaba debajo del agua. Claro, me olvidé que él ya sabe lo increíblemente torpe que soy.