15 ene 2019

Nada es normal

Me subo a la camioneta con todo en mano, mochila, carpetas, celular, preocupaciones, tensiones de todos los colores y sabores y cuando me siento y miro por el vidrio del parabrisas, te veo caminar hacia mí, cruzando la calle.

Me quedé inmóvil. Pensé que lo que estaba viendo era producto de mi imaginación, tantas veces te pienso en el día que ya no podía dilucidar si lo que veía era producto de mis fantasías o eras real.

Eras real. Venías con tu alegría y tu sonrisa a flor de labios. Yo no me quería bajar. Mi primera reacción fue pensar que no estaba vestida para que me vieras así (como si te importara) estaba despeinada, con unos zapatos propios de estar en un lugar lleno de polvo y escombros. ¿Cómo se puede tener un pensamiento tan superficial cuando en realidad me estaba muriendo por correr a tu encuentro gritando a los 4 puntos cardinales tu nombre? No lo hice, no corrí a tus brazos pero la diferencia con tantas otras situaciones y personas en mi vida es que no lo hice porque había gente. Algún día te juro que lo voy a hacer. Te voy a sorprender.

Y finalmente me bajé. Viniste otra vez encima de mí, directo hacia mí con tu hermosa energía, con los ojos llenos de felicidad y con esa voz cómplice me saludaste emocionado fingiendo que no sabías que me podías encontrar allí. Fui tan torpe y estaba tan sorprendida de verte y tenerte por fin frente a frente que en vez de darte un beso en la mejilla, te di un soberano beso en el cuello. Me puse roja. Vos te reíste. Me temblaba el cuerpo.

Me temblaba el cuerpo y a duras penas me podía contener. Entramos, la misma reacción que tuve yo la tuvo el resto al verte pasar la puerta pero la diferencia es que muchos vibraban interés, yo vibro amor (por vos).

Nos sentamos en ronda y con la humildad que te caracteriza, pediste mates. Te reías como un niño y me mirabas. Los dos estábamos inquietos, yo ocultaba los zapatos debajo de la silla. Seguía pensando en los zapatos y en el pelo despeinado. Vos ocupaste toda la escena, con tu personalidad maravillosa y tu voz que lo inunda todo y despeja dudas. Ellos querían aprovecharte, yo quería detener el tiempo.

Por un momento me abstraje de la escena y mientras el resto hacía preguntas predecibles y absolutamente aburridas pude ver la situación por encima y me di cuenta que en ese momento, con el verde alrededor nuestro, con ese sol cálido que nos cubría el cuerpo y sentados uno al lado del otro charlando y tomando mates, era feliz.

La sencillez de un momento que me lo dijo todo: Soy feliz a tu lado. Literalmente hablando.

Y aunque estábamos rodeados de barones, no te importó y cuando me paré silenciosamente a limpiarme el jeans de chocolate, detuviste lo que estaban conversando para preguntarme delante de todos: "¿Te ensuciaste?". Siempre atento a mí, siempre mirándome, siempre pendiente de mis necesidades, tan Escorpio (intenso)/Cáncer (protector). Ayer fue el pedirle al mozo que me traiga un cuchillo más adecuado, el otro día tomando la iniciativa delante de todos de servirme la cena, y al otro llenándome la copa cada vez que me quedaba vacía. Tampoco olvido el día que me dijiste: "Seria un boludo importante si no valoro tu entrega y cuido de vos". Mirándome directo hacia el fondo del alma, pensé que no iba a conocer nunca ese ser que no requiriese tantos cuidados, tantas respuestas/pruebas/demostraciones. Si todos supieran que no te di ni la mitad aún de lo que he dado a otras personas que ciegas me pedían más. Vos me ves, me intuís, me escuchás aunque no hable. Estás hecho con un molde de estrellas que lleva mi nombre y apellido.

He conocido caballeros, he tenido el cuidado de sólo permitirle la entrada a mi vida a caballeros pero vos fuiste y sos diferente. Porque podrías no hacerlo, es más, no deberías hacerlo, y sin embargo tus sentimientos por mí son tan profundos que en cada acto por más pequeño que sea, me lo confirmás. Sería una mujer sin inteligencia alguna si algún día lo niego o lo pongo en duda. Tus sentimientos hacia mí son increíblemente intensos y directos, no hay titubeos allí donde están, tu calor me abriga el corazón y la mente de una sola vez. Me lo dijiste varias veces: "el hombre soy yo" y es verdad.

Un hombre que me deja por primera vez sin palabras, para una mujer -como dijiste vos- "con todas las letras".

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Las palabras nunca son inocentes